Estos son extractos de algunos de sus escritos.
"El hombre puede casarse con una niña menor de 9 años, incluso si la niña toma aún el pecho. Sin embargo, el hombre no puede realizar el coito con una niña menor de 9 años. Otros actos sexuales como caricias, frotamientos, besos y sodomía están permitidos (en niñas menores de 9 años). Si el hombre realiza el coito con una niña menor de 9 años, no comete delito si esta no queda dañada permanentemente. Si la niña sufre daños irreversibles (la desflora y por lo tanto pierde todo valor comercial en una cultura en donde se venden las niñas a sus maridos por dinero o propiedades), será responsable de la existencia de esa niña durante toda su vida. Pero la niña no contará entre sus cuatro mujeres permanentes" (es decir deberá mantenerla, tenerla bajo su autoridad y podrá usar de ella a su antojo, pero no tendrá el rango de esposa).
En el mismo libro el padre de la Revolución Islámica de Irán dice lo siguiente: "El hombre puede tener relaciones sexuales con animales, como las ovejas, las vacas, los camellos y otros. Sin embargo debe degollar al animal después de haber alcanzado el orgasmo. No debe vender la carne a las gentes de su pueblo, pero la venta de esa carne en otros pueblos es lícita". (Jomeini,"Tahrirolvashyleh" 4ºvolumen, Darol Orm, Gom, Irán 1990).
En otro libro añade: Si se ha cometido un acto de sodomía con una vaca, una oveja o un camello, su orina y sus excrementos son entonces impuros, e incluso su leche no puede ser consumida. Ese animal debe ser matado cuanto antes y quemado". (Jomeini, "El pequeño Libro Verde. Proverbios del ayatolah Jomeini. Política, Filosofía, Sociedad y Religión", Pág. 47).
De la lectura de los textos reseñados, sacados del Corán o de obras de señaladas autoridades islámicas, podemos sacar unas conclusiones que resultan obvias incluso para el lector menos atento y perspicaz. Sin insistir en la repugnancia que todo esto provoca en cualquier persona con el corazón bien puesto, resaltamos lo siguiente: No hay condena ni atisbo de reprobación ante esas aberrantes conductas que tienen como víctimas a las niñas de corta edad y a los animales domésticos, objetos inocentes de los desviados apetitos del hombre musulmán. Hay una aprobación sin rodeos ni complejos de la pedofilia con las niñas. Y en lo tocante a la zoofilia, no se prohibe el contacto sexual con los animales, sólo se manifiesta una preocupación de carácter higiénico que se puede traducir en términos crudos y castizos: "No te comas la cabra (o la vaca o el camello) que te acabas de "beneficiar", no vaya a ser que te encuentres en el plato, junto con el cuscús, lo que un rato antes andaba en el interior de tu organismo, rechaza ese inmundo "kebab".
Por lo demás, si te "ponen" los cuadrúpedos de pezuña hendida, tú mismo. Alá el Magnánimo, el Bienaventurado, el Omnipotente, no te lo prohíbe. Y siempre puedes vender la carne contaminada a los habitantes del pueblo vecino". La tolerancia expresada en estas recomendaciones hacia el abuso sexual de los animales habla a las claras de que estas prácticas antinaturales están ampliamente difundidas en la cultura islámica.
¿Hace falta insistir sobre la infame catadura moral que es es el sello indeleble de la cultura de los pueblos musulmanes, de la miseria espiritual de la cosmovisión islámica, de la profunda degradación de un mundo enfermo sin remedio que no tiene cabida en el concepto mismo de civilización, una religión huérfana de toda bondad y compasión humanas? No condenamos a todos los musulmanes uno por uno, ni queremos considerarlos como enemigos a todos sin excepción, pero a través de la observación, ni siquiera excesivamente profunda ni erudita del Islam y sus manifestaciones culturales y sociales, queda dibujado el insalvable abismo moral y psicológico que nos separa a los europeos de raza blanca de los musulmanes de cualquier color.
"El hombre puede casarse con una niña menor de 9 años, incluso si la niña toma aún el pecho. Sin embargo, el hombre no puede realizar el coito con una niña menor de 9 años. Otros actos sexuales como caricias, frotamientos, besos y sodomía están permitidos (en niñas menores de 9 años). Si el hombre realiza el coito con una niña menor de 9 años, no comete delito si esta no queda dañada permanentemente. Si la niña sufre daños irreversibles (la desflora y por lo tanto pierde todo valor comercial en una cultura en donde se venden las niñas a sus maridos por dinero o propiedades), será responsable de la existencia de esa niña durante toda su vida. Pero la niña no contará entre sus cuatro mujeres permanentes" (es decir deberá mantenerla, tenerla bajo su autoridad y podrá usar de ella a su antojo, pero no tendrá el rango de esposa).
En el mismo libro el padre de la Revolución Islámica de Irán dice lo siguiente: "El hombre puede tener relaciones sexuales con animales, como las ovejas, las vacas, los camellos y otros. Sin embargo debe degollar al animal después de haber alcanzado el orgasmo. No debe vender la carne a las gentes de su pueblo, pero la venta de esa carne en otros pueblos es lícita". (Jomeini,"Tahrirolvashyleh" 4ºvolumen, Darol Orm, Gom, Irán 1990).
En otro libro añade: Si se ha cometido un acto de sodomía con una vaca, una oveja o un camello, su orina y sus excrementos son entonces impuros, e incluso su leche no puede ser consumida. Ese animal debe ser matado cuanto antes y quemado". (Jomeini, "El pequeño Libro Verde. Proverbios del ayatolah Jomeini. Política, Filosofía, Sociedad y Religión", Pág. 47).
De la lectura de los textos reseñados, sacados del Corán o de obras de señaladas autoridades islámicas, podemos sacar unas conclusiones que resultan obvias incluso para el lector menos atento y perspicaz. Sin insistir en la repugnancia que todo esto provoca en cualquier persona con el corazón bien puesto, resaltamos lo siguiente: No hay condena ni atisbo de reprobación ante esas aberrantes conductas que tienen como víctimas a las niñas de corta edad y a los animales domésticos, objetos inocentes de los desviados apetitos del hombre musulmán. Hay una aprobación sin rodeos ni complejos de la pedofilia con las niñas. Y en lo tocante a la zoofilia, no se prohibe el contacto sexual con los animales, sólo se manifiesta una preocupación de carácter higiénico que se puede traducir en términos crudos y castizos: "No te comas la cabra (o la vaca o el camello) que te acabas de "beneficiar", no vaya a ser que te encuentres en el plato, junto con el cuscús, lo que un rato antes andaba en el interior de tu organismo, rechaza ese inmundo "kebab".
Por lo demás, si te "ponen" los cuadrúpedos de pezuña hendida, tú mismo. Alá el Magnánimo, el Bienaventurado, el Omnipotente, no te lo prohíbe. Y siempre puedes vender la carne contaminada a los habitantes del pueblo vecino". La tolerancia expresada en estas recomendaciones hacia el abuso sexual de los animales habla a las claras de que estas prácticas antinaturales están ampliamente difundidas en la cultura islámica.
¿Hace falta insistir sobre la infame catadura moral que es es el sello indeleble de la cultura de los pueblos musulmanes, de la miseria espiritual de la cosmovisión islámica, de la profunda degradación de un mundo enfermo sin remedio que no tiene cabida en el concepto mismo de civilización, una religión huérfana de toda bondad y compasión humanas? No condenamos a todos los musulmanes uno por uno, ni queremos considerarlos como enemigos a todos sin excepción, pero a través de la observación, ni siquiera excesivamente profunda ni erudita del Islam y sus manifestaciones culturales y sociales, queda dibujado el insalvable abismo moral y psicológico que nos separa a los europeos de raza blanca de los musulmanes de cualquier color.